Obras
por H P Blavatsky
En
Espanol
Cardiff Theosophical Society in Wales
206 Newport Road, Cardiff, Wales, UK. CF24 -1DL
Helena Petrovna Blavatsky (1831 – 1891)
The Founder of Modern Theosophy
Obras Teosoficas En Espanol
¿Es la Teosofía
una Religión?
Por
H
P Blavatsky
Inglés:- Is theosophy a Religion ?
“La religión
es la mejor armadura que un ser pueda tener,
sin embargo
es la peor capa.”
John
Bunyan
No es una hipérbole decir que jamás existió, por lo
menos durante este siglo, un movimiento social o religioso, tan terriblemente o
mejor dicho, tan absurdamente mal comprendido o tergiversado como la Teosofía;
ya sea que se considere teóricamente como código ético o prácticamente en su
expresión objetiva: la Sociedad Teosófica.
Año tras año y día tras día, nuestros oficiales y miembros tuvieron que
interrumpir e impugnar, de manera más o menos enfática, a las personas que
hablaban acerca de la teosofía como si fuera una “religión” y de la Sociedad
Teosófica como si fuera una suerte de iglesia o ente religioso. ¡Lo que es aún peor, es que a menudo se
menciona como si fuera una “nueva secta”! ¿Es este un prejuicio pertinaz, un
error o ambos? La última hipótesis es la más probable.
La gente con una mentalidad muy estrecha y
notoriamente inicua, aún necesita un pretexto plausible para encontrar un
blanco hacia el cual dirigir sus observaciones poco caritativas y sus calumnias
expresadas inocentemente. Para tal propósito, ¿cuál blanco es más sólido y
conveniente que un “ismo” o una “secta”? A la gran mayoría no le gustaría ser
desengañada, obligándola, finalmente, a aceptar el hecho de que la teosofía no
es ni una “religión” ni una “secta.” El nombre colinda con sus ideas
distorsionadas y fingen no saber que es inadecuado. Sin embargo, existen otras personas, más o
menos simpatizantes, que están sinceramente influenciadas por la misma ilusión.
A éstas les decimos: seguramente, hasta la fecha, el mundo ya ha sufrido
suficientemente bajo la acción de factores capaces de aletargar el intelecto:
los credos dogmáticos ¡para que les inflijamos una nueva forma de fe! Un número
muy nutrido de individuos lleva puesta su fe según las palabras de Shakespeare:
“como la moda de un sombrero,” cambiándolo siempre “en la próxima estación.”
Además la verdadera razón de ser de la Sociedad Teosófica consistía, desde sus
albores, en una protesta estentórea y en una batalla abierta contra el dogma o
cualquier creencia basada en la fe ciega.
Podrá parecer extraño y paradójico, sin embargo es
verdadero decir que, hasta la fecha, los trabajadores más expertos en la
teosofía práctica y sus miembros más devotos, se han reclutado de los rangos de
los agnósticos y aún de los materialistas. Jamás se encontrará a un sincero y
genuino buscador de la verdad entre los creyentes fanáticos en la “Palabra
Divina,” cualquiera que sea su procedencia: Alá, Brahma, Jehová o sus
respectivos Corán, Purana y Biblia; ya que “la Fe no es el fruto de la razón,
sino de su reposo.”
Aquel que cree en su religión por fe considerará,
aquella ajena, como una mentira, odiándola en virtud de esa misma fe. Además, a
menos que se supedite la razón y se cieguen completamente nuestras percepciones
de cualquier cosa que salga de nuestra fe particular, ésta última no es fe del
todo; sino una creencia temporal, la ilusión bajo la cual trabajamos en algún
momento particular. Además, recurriendo a la definición perspicaz de Coleridge:
“la fe sin principios es simplemente una frase lisonjera que encierra un
dogmatismo obstinado o unas sensaciones corporales fanáticas.” Entonces, ¿qué
es la Teosofía? y ¿cómo podríamos definirla en su presentación más reciente en
la parte final del siglo xix? Nosotros
decimos que la Teosofía no es una Religión.
Sin embargo, como todo el mundo sabe, el público en
general ha empezado a considerar como “Teosofía” ciertas creencias filosóficas,
religiosas y científicas, que en los últimos años han sido estrechamente
asociadas con ella. Además, sentimos decir que los Fundadores, según cuya
declaración: la Teosofía no es una Religión, son los que han presentado,
explicado y defendido estas creencias. Por lo tanto nos preguntan: ¿Cuál es la
explicación de esta contradicción aparente? ¿Cómo es posible que un cierto
acopio de creencias y enseñanzas, en realidad una doctrina elaborada, pueda
etiquetarse como “Teosofía” y que nueve décimos de los miembros de la Sociedad
Teosófica la acepte tácitamente si la Teosofía no es una Religión?
La presente protesta se propone elucidar estos
puntos.
En primer lugar, quizá sea preciso decir que la
afirmación según la cual:
“la Teosofía no es una Religión,” no excluye, en lo
más mínimo, el hecho de que la “Teosofía es la Religión” misma. Según el
verdadero y único significado correcto del término, una religión es un vínculo
que une a los seres humanos entre ellos y no un conjunto particular de dogmas y
creencias. Ahora bien, esencialmente, la Religión, en su acepción más amplia,
es lo que vincula, en un gran entero único, no sólo a todo el género humano;
sino a todos los seres y las cosas en el Universo.
Esta es nuestra definición teosófica de religión;
sin embargo, la misma definición cambia con cada credo y país y no hay dos
cristianos que la consideren de manera análoga. Esto se constata en más de un
eminente autor. En efecto, Carlyle definió la Religión Protestante de sus días
con un discernimiento altamente profético, expresando un sentimiento que actualmente
está en continuo ascenso:
Por lo general, es un sentimiento sabio y prudente
que estriba en el mero cálculo, una cuestión de conveniencia y de utilidad, que
hoy se refleja en todas las demás y mediante la cual una diminuta cantidad de
goce terrenal, puede trocarse por una porción mucho más amplia y de placer
celestial. Así, aún la religión es provechosa, un trabajo con fines lucrativos,
no es reverencia; sino esperanza o pavores vulgares.
A su vez, la señora Stowe, ya sea consciente o
inconscientemente, daba la impresión de pensar en el Catolicismo Romano en
lugar del Protestantismo, cuando, hablando de su heroina, dijo:
Ella consideraba la religión como un boleto (con el
exacto número de indulgencias compradas y sufragadas), el cual, una vez
adquirido y colocado cómodamente en la cartera, debe presentarse en la puerta
celestial, asegurándose así la admisión al paraíso [...]
Sin embargo, los Teósofos, (aquellos auténticos),
que no aceptan ninguna mediación por terceros, ninguna salvación a través del
derramamiento de sangre inocente y ni pensarían “trabajar con fines lucrativos”
en la religión Universal Una, podrán concurrir y aceptar en su integridad, sólo
la definición de Miller, el cual la describe de forma verdadera y teosófica
mostrando que:
La verdadera Religión es siempre suave, propicia y
humilde;
No asume el rol de tirana y no planta ninguna fe en
la sangre, Ni las ruedas de su carro conllevan destrucción;
Sino más bien, se inclina para refinar, socorrer y
remediar, Y erige su grandeza sobre el bien de todos.
Esta
es una correcta definición de lo que es, o debería ser, la verdadera Teosofía.
(Entre los credos, sólo el Buddhismo es una filosofía que une verdaderamente el
corazón y los seres humanos; ya que no es una religión dogmática.). Bajo este
punto de vista y considerando que es el deber y la tarea de cada teósofo
genuino, aceptar y actualizar estos principios, podemos decir que la Teosofía
es Religión y la Sociedad—su Iglesia Universal Unica—el Templo de la Sabiduría
de Salomón4 para cuya
construcción
“no se necesitó martillo ni hacha y durante su erección no se oyó en la casa
ningún ruido de utensilios de hierro” (Reyes, vi). Ya que “este templo” no es
el fruto de ningún trabajo manual humano, ni se edifica en ninguna localidad
terrenal; sino que se eleva sólo en el santuario del corazón humano, el único
sitio donde reina el alma despierta.
Por
lo tanto, la Teosofía no es una Religión; sino la Religión misma, el único
vínculo de unidad que es tan universal y omnímodo que no puede omitir de su luz
a ningún ser humano y a ningún fragmento: desde los dioses y los mortales,
hasta los animales, la hoja de hierba y el átomo. Por lo tanto, cualquier organización o
conjunto con ese nombre debe necesariamente, ser una Hermandad Universal. Si no fuese así, la Teosofía sería
simplemente una palabra añadida a la constelación de otras muy altisonantes,
pretenciosas y vacuas. Desde un punto de vista filosófico, la Teosofía es, al
ponerse en práctica, el alambique del alquimista medioeval. Transmuta el metal,
aparentemente burdo de cada credo ritualístico y dogmático, (Cristianismo
incluso), en el oro del hecho y de la verdad, produciendo entonces una panacea
universal para los males de la humanidad.
Esta
es la razón por la cual, a nadie que solicite su admisión en la Sociedad
Teosófica, se le pregunta a cuál religión pertenece, ni cuáles son sus
opiniones acerca de la divinidad. Estas son su propiedad privada y no tienen
ninguna atingencia con la Sociedad; ya que el cristiano o el pagano, el judío o
el gentil, el agnóstico o el materialista o aún el ateo, pueden practicar la
Teosofía siempre que ninguno de ellos sea un fanático radical refractario en
reconocer, como hermano o hermana, a cada ser que no comparta su credo o
creencia particular.
El
Conde Leon N. Tolstoy no cree en la Biblia, en la Iglesia y ni en la divinidad
de Cristo; sin embargo, ningún cristiano lo eclipsa en la realización práctica
de los principios que, según se afirma, fueron predicados en la Montaña. Estos
principios son aquellos de la Teosofía, no porque el Cristo Cristiano los
expresó, sino por ser éticas universales predicadas por Buddha, Confucio,
Krishna y todos los grandes sabios, millares de años antes de la recopilación
del Sermón de la Montaña. Por lo tanto, una vez que vivimos en armonía con este
tipo de teosofía, ésta se convierte, en realidad, en una panacea universal; ya
que sana las heridas infligidas por las burdas asperezas de los “ismos”
eclesiásticos en el alma sensible de cada ser naturalmente religioso. ¿Cuántos de ellos, catapultados fuera de la
estrecha área de la creencia ciega y caídos en los rangos del escepticismo
árido por la reacción impulsiva de la decepción, han sido llevados otra vez a
nutrir una aspiración esperanzadora, simplemente uniéndose a nuestra Hermandad,
no obstante su imperfección?
Si a fin de equilibrar el asunto, se nos recuerda
que diversos miembros prominentes han dejado la Sociedad, decepcionados de la
teosofía, como les aconteció en otras asociaciones, ésto no puede desanimarnos
ni mínimamente; ya que, en los albores de las actividades de la Sociedad
Teosófica, sólo en rarísimas excepciones se alejaron porque discernieron que en
la Organización General no se practicaba el misticismo como según ellos lo
entendían; o porque “los líderes carecían de Espiritualidad, eran
antiteosóficos y por lo tanto infieles a las reglas”; mientras que la mayoría
de ellos abandonó la Sociedad debido a su apatía o presunción, considerándose
una iglesia y un dogma infalible en sí mismos. Además, algunos se distanciaron
valiéndose de pretextos muy superficiales según los cuales: “nuestras revistas
trataban al Cristianismo (más bien al Cristianismo fanático o postizo) de
manera demasiado cáustica, ¡cómo si reserváramos un mejor tratamiento o
amparáramos, las otras religiones fanáticas! Por lo tanto, todos los que se
fueron hicieron bien y nunca los hemos lamentado.
Además, debemos agregar que: el número de las
personas que se fueron es incomparable con el de las que encontraron en la
Teosofía todo lo que esperaban hallar. Si estudiamos seriamente sus doctrinas,
éstas estimulan los poderes razonadores y despiertan el ser interior en el
hombre animal, evocando en nosotros todo poder, hasta la fecha latente y también
la percepción de lo verdadero y de lo real, en lugar de lo falso y de lo
irreal. La Teosofía científica, versada en la hermenéutica del simbolismo
perspicaz de las edades, descorre firmemente el espeso velo de la
interpretación literal con el cual se encubrían todas las antiguas escrituras
religiosas y revela, al escarnecedor de la antigua sabiduría, el origen de las
fes y ciencias del mundo. Abre nuevos panoramas más allá de los antiguos
horizontes de las fes cristalizadas, inmóviles y déspotas, transmutando la
creencia ciega en un conocimiento razonado basado en leyes matemáticas, la
única ciencia exacta y le demuestra, recurriendo a aspectos más profundos y
filosóficos, la existencia de lo que él había abandonado desde hace mucho
tiempo, considerándolo como una fábula y rehusándolo por la cristalización de
su forma literal. A todo hombre o mujer de cualquier nivel social, cultural e
intelectual, le imparte un objetivo claro y bien definido, un ideal por el cual
vivir. La Teosofía práctica no es una Ciencia, sin embargo, abraza toda ciencia
en la vida moral y física. En pocas palabras, podríamos considerarla como el
“entrenador” universal, un preceptor de un conocimiento y experiencia globales,
con una erudición que no sólo asiste y guia a sus alumnos hacia un examen
exitoso en vista de cada servicio científico y moral en la vida terrenal; sino
que les equipa para las vidas futuras si sólo estudiasen el universo y sus
misterios en sí mismos, sin examinarlos a través de los cristales de la ciencia
y de las religiones ortodoxas.
Que ningún lector interprete erróneamente tales
declaraciones. Esta omniciencia se proclama en favor de la Teosofía misma y de
ningún miembro individual de la Sociedad o aún Teósofo. No se debe confundir el
binomio:
Teosofía y Sociedad Teosófica, la primera es el
recipiente el cual contiene la segunda, la olla podrida. La Teosofía, como
ideal, es la Sabiduría divina, la perfección misma, mientras la Sociedad
Teosófica es una pobre cosa imperfecta que trata de caminar bajo, si no dentro,
de la sombra que la Teosofía refleja en la tierra. Ningún ser humano es
perfecto, entonces ¿por qué deberíamos esperar que algún miembro de la Sociedad
Teosófica sea un modelo de toda virtud humana? ¿Y por qué se debería criticar y
culpar a la organización entera por las limitaciones, tanto reales como
imaginarias, de algunos de sus “Miembros” o aún de sus Líderes? Jamás la
Sociedad, como asociación concreta, ni ninguno de sus miembros, fueron exentos
de culpas o pecados; ya que errar es humano.
Por lo tanto, se debería más bien culpar a estos
miembros, la mayoría de los cuales no están guiados por la teosofía, que es el
alma de la Sociedad Teosófica, mientras esta última es su cuerpo burdo e
imperfecto. Por lo tanto, antes de que estos Salomones modernos, dispuestos a
sentarse en el Asiento del Juicio y a dictaminar acerca de lo que ignoran,
denigren la teosofía o a algún teósofo, les invitamos a familiarizarse primero
con ambos, en lugar de llamar, ignorantemente, a la primera una “profusión
abigarrada de creencias insensatas” y la segunda una “secta de embusteros y
lunáticos.”
No obstante todo ésto, los amigos y los enemigos de
la Teosofía hablan de ella como si fuera una religión, cuando no la definen
como una secta. Veamos cómo, las
particulares creencias, que con el tiempo se han asociado a la Teosofía,
alcanzaron tal posición y cómo es que les corresponde, de buen derecho, al
punto que ninguno de los líderes de la Sociedad homóloga, jamás pensó en
desconocer sus doctrinas.
Hemos dicho que creemos en la unidad absoluta de la
naturaleza. La unidad implica la posibilidad, para un ente de un plano, de
entrar en contacto con otro ente sobre otro plano o procedente de otro plano.
Esta es nuestra creencia.
La Doctrina Secreta, recientemente publicada,
mostrará cuales eran las ideas de toda la antigüedad en lo que atañe a los
instructores primitivos de la primera humanidad y de sus tres razas anteriores.
El génesis de esa Religión-Sabiduría, en el cual todos los teósofos creen, se
remonta a ese período. El origen de lo que llamamos “Ocultismo” o más bien
Ciencia Esotérica, debe reconducirse a esos Seres que, guiados por el Karma, se
han encarnado en nuestra humanidad, impartiendo la tónica de tal Ciencia secreta
que, desde entonces, en cada edad, innumerables generaciones de adeptos
subsiguientes han ampliado, mientras verificaban sus doctrinas recurriendo a la
observación y a la experiencia personal. El conjunto de este conocimiento, que
ningún ser humano es capaz de poseer en su totalidad, constituye lo que hoy
llamamos Teosofía o “conocimiento divino.” Seres de otros mundos más elevados
podrían ser los depositarios de su versión integral, sin embargo, nosotros, lo
somos sólo de aquella parcial.
Por lo tanto, la unidad del todo en el universo
implica y justifica nuestra creencia en la existencia de un conocimiento al
mismo tiempo: científico, filosófico y religioso, que muestra la necesidad y la
realidad de la conexión recíproca entre el ser humano y todas las cosas en el
universo. Desde luego, tal conocimiento se convierte, esencialmente, en
Religión y se le debe llamar en su integridad y universalidad, con el nombre
distintivo de Religión-Sabiduría.
Esta Religión-Sabiduría es la fuente de la cual
emanan todas las variadas y (erróneamente llamadas) “Religiones” individuales,
las cuales, a su turno, forman retoños, ramas y también todos los credos
menores, cuyas bases y orígenes descansaban en alguna experiencia personal en
psicología. Cada una de estas religiones
o ramas religiosas, ya sea considerada ortodoxa y herética, sabia o insensata,
empezó, originalmente, de la Fuente Madre como un flujo claro y pristino. El
hecho de que, con el tiempo, cada una fue desvirtuada por las especulaciones y
aún las invenciones puramente humanas por fines de lucro, no refuta el origen
inmaculado de todas. Existen ciertos credos que no deberíamos llamar religiones
en cuanto están constelados del elemento humano que los ha hecho
irreconocibles; mientras otros recién empiezan a mostrar las primeras señales
de decaimiento. Ninguno se ha sustraído a la mano del tiempo. Sin embargo, cada
uno de ellos es de origen divino; ya que procede de una fuente natural y
verdadera. Lo anterior vale para el Mazdeismo, el Brahmanismo, el Buddhismo y
el Cristianismo. Los dogmas y el elemento humano de éste último han conducido,
directamente, al espiritismo moderno.
Obviamente, se provocaría una subversión por ambos
lados si dijéramos que el Espiritismo moderno en sí, desintoxicado de las
especulaciones desatinadas, basadas en las declaraciones de dos jovencitas y
sus desconfiables “Espíritus” es, sin embargo, mucho más filosófico que
cualquier dogma eclesiástico. Ahora, el Espiritismo Carnalizado está segando su
Karma. Sus primeras innovadoras: “las dos jovencitas” de Rochester, la Meca del
Espiritismo moderno, han crecido y han alcanzado la ancianidad desde que
produjeron sus primeros golpes, abriendo completamente las puertas entre este
mundo y el otro. Su atestación “inocente” originó y orquestó el esquema
elaborado de una “Tierra Estival” (Summer-land), poblada de “Espíritus”
astrales activos, siempre al borde entre su “Tierra Silenciosa” y la nuestra
petulante y gárrula. Ahora, las dos Mahomas femeninas del Espiritismo moderno,
han negado sus propias teorías, traicionando la “filosofía” que crearon y
desertando a las filas enemigas. Expusieron y denunciaron el Espiritismo
práctico como el engaño de las edades. Los espiritistas, (salvo algunas nobles
excepciones), se han regocijado y se han reunido con nuestros enemigos y
detractores, cuando éstos, que jamás habían sido Teósofos, nos traicionaron,
mostrando su débil naturaleza al acusar a los Fundadores de la Sociedad
Teosófica como impostores y embusteros. ¿Deberían, los Teósofos, a su vez reirse,
ahora que las “reveladoras” originales del Espiritismo se han tornado en sus
“denigradoras”? ¡Jamás! Ya que los fenómenos espiritistas son hechos y la
traición perpetrada por las “chicas Fox,” simplemente nos hace sentir lástima
hacia todos los mediums y avala, ante el mundo entero, nuestra declaración
constante según la cual, ninguno es confiable entre ellos.
Ningún teósofo auténtico se burlará jamás o aún
menos se regocijaría de la derrota ajena, ni siquiera de un oponente,
simplemente porque:
Tanto hoy como siempre, sabemos que seres de otros
mundos más elevados se confabulaban con algunos mortales electos; aunque
actualmente, ésto se haya convertido en algo más atípico que en la antigüedad
ya que la humanidad, en cada generación más civilizada, se degrada en cada
aspecto. Quizá, un día la Teosofía
pronuncie la última palabra sobre el Espiritismo y los “Espíritus” que aún no
ha proferido; debido, en realidad, a la concitación de todos los espiritistas
europeos y americanos contra las primeras frases que contradecían la idea de
que toda inteligencia comunicadora fuera, necesariamente, el Espíritu de algún
ex-mortal de esta tierra. Entretanto, una humilde servidora de la teosofía, la
editora, declara, una vez más, su creencia en Seres más grandiosos, más sabios
y más nobles que algún Dios personal, los cuales trascienden cualquier
“Espíritu de muertos,” Santos y Angeles alados, quienes, sin embargo, en cada
edad, se dignan a inspirar, ocasionalmente, a unos pocos sensitivos, a menudo
totalmente desvinculados de la Iglesia, del Espiritismo o aún de la Teosofía.
Por lo tanto, la editora, creyendo en Seres Espirituales elevados y santos,
debe también creer en la existencia de su antítesis:
“espíritus” inferiores, buenos, malos e
indiferentes. Entonces, cree en el espiritismo y en sus fenómenos, algunos de
los cuales le provocan una produnda repulsión.
Esto lo presentamos como una observación casual y
un escarceo, con el fin de mostrar que la Teosofía incluye al Espiritismo, como
debería ser y no como es, entre sus ciencias que estriban en el conocimiento y
la experiencia de inconmensurables edades. No existe religión digna de tal
nombre cuyo origen no se remonte a estas visitas de Seres de planos superiores.
Esta es la manera en la cual nacieron todas las religiones
prehistóricas e históricas: Mazdeismo, Brahmanismo, Buddhismo, Cristianismo,
Judaismo, Gnosticismo y Mahometanismo, en pocas palabras, cada “ismo” más o
menos exitoso. Todos son verídicos en su esencia y falsos en su aspecto
superficial. El Revelador, el artista quien imprimió una porción de la Verdad
en el cerebro del Vidente, era siempre un artista auténtico que divulgaba
verdades genuinas, sin embargo, el instrumento resultó ser siempre y sólo un
ser humano. Inviten a Rubenstein y pídanle que toque una sonata de Beethoven en
un piano dejado a sus propios recursos: desafinado, con la mitad del teclado en
parálisis crónica y las cuerdas sueltas y vean si, no obstante el genio del
artista, podrán reconocer la sonata. La moraleja de la fábula es que un ser
humano, ya sea el medium o el vidente más grande, es simplemente un hombre,
quien, dejado a sus recursos y especulaciones, debe estar en disonancia con la
verdad absoluta aun cuando recoja algunos de sus fragmentos. Desde luego, el
Hombre es meramente un Angel caído, un dios en su interior, sin embargo,
teniendo un cerebro animal en su cabeza y compartiendo la compañía de otros
hombres en la tierra, está más sujeto al frío y a los vapores del vino, que a
la recepción exacta de las revelaciones divinas.
De aquí derivan los dogmas policromos de las
iglesias, también las llamadas mil y una “filosofías” (algunas contradictorias,
teorías teosóficas incluídas), las misceláneas “Ciencias” y esquemas,
Espiritual, Mental, Cristiano, Secular, el sectarismo y el fanatismo y,
especialmente, la vanidad personal y la presunción de casi todo “Innovador”
desde las edades medioevales. Cada uno de ellos ha oscurecido y ocultado la
verdadera existencia de la Verdad, la raíz común de todas. Quizá nuestros
críticos imaginen que omitimos las enseñanzas teosóficas de esta nomenclatura.
Absolutamente no. Aunque las doctrinas esotéricas que la Sociedad Teosófica
promulgó y todavía promulga, no son impresiones mentales o espirituales
procedentes de algún “desconocido de arriba”; sino el fruto de enseñanzas que
nos impartieron hombres vivientes. Aún, exceptuando lo que esos mismos Maestros
de la Sabiduría dictaron y recopilaron, estas doctrinas podrían ser, en muchos
casos, tan incompletas e imperfectas como cada uno de nuestros opositores lo
desee.
La Doctrina Secreta, obra que expone todo lo
divulgable en este siglo, es un conato para presentar, de forma parcial, la
base y la herencia comunes en todos los esquemas religiosos y filosóficos
grandes y pequeños. Se consideró indispensable desconchar toda esta masa de
concepciones erróneas y prejuicios cristalizados que ahora oculta el tronco
padre de
(a) todas las grandes religiones del mundo
(b) de las sectas menores
(c) de la Teosofía en su versión actual, a pesar
del velo que nosotros y nuestro conocimiento limitado arrojan sobre la Verdad.
La capa del error que alguna mano colocó es espesa
y ya que nosotros hemos tratado personalmente de remover una parte de ésta, el
esfuerzo se convirtió en el regaño incumbente contra todos los escritores
teosóficos y aún la homóloga Sociedad. Nuestras tentativas de exponer el error
en las revistas Theosophist y Lucifer, raramente no han sido calificadas, por
nuestros amigos y lectores, como “ataques muy severos contra el cristianismo,
asaltos antiteosóficos,” etc., etc. Sin embargo, éstos son muy necesarios, más
bien, indispensables, si queremos sacar a relucir, por lo menos, las verdades
aproximativas. Debemos presentar las cosas escuetas y, como siempre, estamos
listos a sufrir por ésto. Es vano prometer divulgar la verdad y luego dejarla
constelada de errores debido a nuestra cobardía.
Está claramente demostrado que el resultado de tal
actitud sólo podría enturbiar el flujo de los hechos. Después de doce años de trabajo
y lucha incesante con enemigos esparcidos sobre todo el globo terráqueo, no
obstante nuestras cuatro revistas teosóficas mensuales: el Theosophist, el
Path, el Lucifer y el Lotus francés, con nuestras protestas insípidas y
dóciles, nuestras declaraciones tímidas, nuestra “táctica magistral de
inactividad” y nuestro juego de escondite en la sombra de la metafísica
monótona, simplemente han inducido a la gente a considerar seriamente a la
Teosofía como una secta religiosa. Por la centésima vez nos preguntan:
“¿Qué bien está haciendo la Teosofía?” y “¡Ved qué
buen trabajo están llevando a cabo las Iglesias!”
Sin embarto es un hecho incontrovertible que la
moralidad humana no ha dado un paso adelante y, bajo algunos puntos de vista,
su condición es diez veces peor que aquella vigente en el período pagano.
Además, en los últimos cincuenta años del siglo, desde que el Libre Pensamiento
y la Ciencia se adelantaron sobre las iglesias, cada año las filas del
cristianismo están perdiendo muchos más adherentes en las clases cultivadas, en
comparación con los prosélitos que adquiere en el nivel inferior, las escorias
del paganismo. Al mismo tiempo, la Teosofía ha rescatado del Materialismo y de
la desesperación más profunda, a más de un individuo que la iglesia había
perdido a causa del dogma, la ejerción de la fe y de la tiranía, conduciéndolo,
nuevamente, a una creencia, (basada en la lógica y la evidencia), en el Ser
divino del individuo y en la inmortalidad de este último. Si se puede probar
que la Teosofía rescata una persona entre las millares de las que la iglesia ha
perdido, ¿no es ésto un factor más positivo que todos los misioneros
perdidos? La teosofía, según declaran
sus miembros y oficiales en la prensa y a viva voz, sigue líneas diametralmente
opuestas a las que recorre la iglesia y rechaza los métodos de la ciencia; ya
que su procedimiento inductivo puede únicamente conducir al craso materialismo.
En efecto, la Teosofía afirma ser “Religión” y
“Ciencia”; pues es el meollo de ambas. Por lo tanto, la Sociedad Teosófica,
inducida por el amor de las dos abstracciones divinas:
la religión y la ciencia teosóficas, se ha
convertido en un basurero voluntario: tanto de la religión ortodoxa como de la
ciencia moderna y también en el Némesis incesante de aquellos que han degradado
las dos nobles verdades por propósitos y fines personales, separándolas
violentamente aunque las dos sean y deban ser, una. Este artículo se propone,
entre otros fines, probar ésto.
El Materialista moderno insiste en la existencia de
una laguna infranqueable entre las dos, apuntando que el “Conflicto entre
Religión y Ciencia” ha desembocado en el triunfo de esta última y la
capitulación de la primera. Sin embargo, el teósofo moderno rehusa ver
cualquier laguna. Si el binomio Iglesia
y Ciencia pregona que persigue la verdad y nada más que la verdad entonces, una
de las dos o ambas se equivoca y acepta la mistificación por la verdad.
Cualquier otro obstáculo hacia su reconciliación debe considerarse puramente
ficticio. La verdad es una, aunque se busque o se persiga por dos diferentes
extremos. Así, la Teosofía proclama reconciliar a las dos enemigas sentando la
premisa que la religión cristiana auténtica, espiritual y primitiva es la luz
de la Verdad, “la vida y la luz de la humanidad,” anánologamente a las otras
grandes filosofías más antiguas que la antecedieron.
Sin embargo, lo mismo vale para la auténtica luz de
la ciencia. Por lo tanto, como los dogmas de una hermenéutica obnubilada por
las supersticiones fruto de una elaboración superficial de las iglesias,
oscurecen la religión, difícilmente esta luz podrá penetrar y conjugarse con su
rayo gemelo: la ciencia, la cual está igualmente constelada de telarañas en la
forma de paradojas y sofismos materialistas de la edad. Las enseñanzas de ambas son incompatibles y
no podrán concordar mientras que la filosofía Religiosa y la Ciencia de la
naturaleza física y externa, (que para la filosofía es falsa), insistan en la
infalibilidad de sus respectivas doctrinas aleatorias. Las dos luces, dotadas
de rayos de la misma extensión en la cuestión de deducciones falsas, pueden,
simplemente anularse, produciendo una oscuridad aún peor. Sin embargo, es
posible reconciliarlas siempre que ambas limpien sus casas; una:
desambarazándose de las escorias de las edades y la otra: de la horrible
excrecencia del materialismo y del ateismo moderno. Como ambas rehusan
emprender este camino, el procedimiento mejor y más meritorio es precisamente
el que sólo la Teosofía puede efectuar y quiere efectuar: mostrar a los
inocentes atenazados en las entrañas de las dos acechadoras, en realidad dos
dragones de antaño: uno que devora los intelectos y el otro las almas humanas,
que el presunto abismo es simplemente una ilusión óptica, un inmenso montón de
basura que las dos enemigas erigieron como baluarte contra las recíprocas
acometidas.
Por lo tanto, la teosofía demostrará que es la
salvadora de la humanidad aunque se limitara a indicar y a llamar seriamente la
atención mundial al hecho de que la presunta discrepancia entre la religión y
la ciencia está condicionada, por un lado: por los materialistas inteligentes
quienes concitan contra los absurdos dogmas humanos y por el otro: por los
fanáticos ciegos y los eclesiásticos interesados, quienes, en lugar de propugnar
por las almas humanas, luchan de manera encarnizada en favor de su sustento y
autoridad.
Esperamos haber mostrado lo que es la Teosofía real
y lo que son sus adherentes. La primera es la Ciencia divina y un código Etico
tan sublime que ningún teósofo puede poner, completamente, en práctica; los
otros son individuos débiles pero sinceros. Entonces, ¿por qué juzgar a la
Teosofía conforme a las limitaciones personales de algún líder o miembro de sus
150 sucursales? Uno podría trabajar para ella con lo mejor de su habilidad y
aún, nunca elevarse a la cumbre de su llamado y aspiración. Esta es su desdicha
y jamás la culpa de la Teosofía o de la organización general. Los Fundadores de
la Sociedad Teosófica no reivindican ningún mérito, salvo el de haber activado
el engranaje. Si se deben juzgar, que se haga con arreglo al trabajo que han
realizado y no valiéndose de lo que sus amigos puedan pensar o sus enemigos
puedan decir de ellos. En un trabajo como el nuestro, no hay espacio para las
personalidades y, si es necesario, todos deben estar preparados, como lo están
los Fundadores, para que la carreta de Jaggennath los embista individualmente
para el bien colectivo. Sólo en el lejano futuro, cuando la muerte haya puesto
su mano glacial sobre los desafortunados Fundadores, terminando su actividad,
se deberá pesar, en la Balanza de la Posteridad, sus respectivos méritos y
deméritos, sus acciones buenas y malas y su trabajo teosófico. Sólo cuando los
dos platillos con sus contrapesos, hayan alcanzado el equilibrio y el carácter
del resultado neto haya llegado a ser evidente a todos en su valor intrínseco
total, entonces, la naturaleza del veredicto emitido será determinada con
alguna justicia. Actualmente, exceptuando la India, estos resultados están
excesivamente diseminados en la suerficie terrestre y demasiado circunscritos a
un puñado de individuos para que sean fácilmente juzgables.
Ahora bien, estos resultados son casi
imperceptibles e inaudibles entre el bullicio y el fragor que la constelación
de nuestros enemigos y sus dispuestos émulos—los indiferentes, producen. Sin
embargo, por pequeños que sean los resultados, si una vez se probara su
positividad, aún ahora, todo ser en cuyo corazón resida el interés para el
progreso moral de la humanidad, deberá su gratitud a la Teosofía. Cómo la
Teosofía fue avivada y presentada al mundo por sus servidores indignos:
los “Fundadores,” si su trabajo fue útil, éste debe
ser su único defensor, a pesar del presente estado del saldo en las pequeñas
cuentas de caja Kármica donde la “respetabilidad” social representa las
entradas.
Lucifer, Noviembre de 1888
4
Cuyas 700 mujeres y 300 concubinas son, dicho sea de paso, simplemente las
personificaciones de los atributos, los sentimientos, las pasiones y los varios
poderes ocultos humanos. Los números cabalísticos 7 y 3 lo muestran claramente.
Además, el mismo Salomón, siendo simplemente el emblema del Sol: el “Iniciado
Solar” o el Cristo Sol, es una variante del
“Vikarttana”
hindú (el Sol), privado de sus rayos por Viswakarma, su Hierofante Iniciador,
el cual remueve el fulgor áureo del candidato-Chrestos para la iniciación,
coronándolo con una aureola oscura y ennegrecida: la “corona de espinas,” (Para
una explicación completa, consultar La Doctrina Secreta. Salomón nunca fue un
hombre viviente. Su vida y sus obras descritas en “Reyes” son una alegoría
sobre las pruebas y la gloria de la Iniciación.
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in The Theosophist.
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